Las redes sociales nos bombardean continuamente sobre la cuarta revolución industrial, lo que se ha denominado Industria 4.0. Revolución industrial es un “proceso de transformación económica, social y tecnológica que marca un punto de inflexión en la historia, modificando e influenciando todos los aspectos de la vida cotidiana de una u otra manera” (Wikipedia). Venimos de tres anteriores, y cada una de ellas ha cambiado (y mucho) el mundo en el que vivimos. En muchos aspectos para bien, pero en otros para mal. No puedo evitar revisar brevemente cada uno de estos cambios que ha habido hasta nuestros días. Aunque esto alargue un poco el post, creo que es un buen ejercicio antes de entrar en el tema.
La primera revolución se inició en la segunda mitad del siglo XVIII en Gran Bretaña. El mundo venía de una economía rural, basada en el trabajo manual y el uso de la tracción animal. En este caso la innovación tecnológica fue la máquina de vapor, que permitió un aumento espectacular de la producción y cambios en las clases sociales: el nacimiento del proletariado y la burguesía.
La segunda revolución industrial se inició a mediados del 1800 y se extendió hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, en 1914. Las nuevas fuentes de energía como el gas, el petróleo o la electricidad permitieron transformar la industria y la sociedad en general. Es el nacimiento de la producción en serie, la división del trabajo de producción, uso de sistemas eléctricos, industria química, eléctrica y automovilística. Aparece el capitalismo monopolista que determinan las condiciones de venta, fijando los precios y obteniendo mayores ganancias. Es por supuesto la época de Karl Marx y sus teorías sobre la lucha de clases y la dictadura de la burguesía primero, la del proletariado después y finalmente el comunismo.
La tercera revolución es la que más conocemos porque es la que nos ha tocado vivir. Se inicia al final de la Segunda Guerra Mundial y se caracteriza por la introducción del silicio, que revoluciona la microelectrónica, las energías renovables y los nuevos medios de comunicación, principalmente la televisión, el fax o Internet. Se descentraliza la industria, mejoran las condiciones laborales, se especializan los trabajos, se desarrolla la economía de servicios y aparece la globalización económica.
Hasta aquí lo que conocemos. Esta tercera revolución es nuestra zona de confort actual, la de muchas pequeñas y medianas empresas. Pasamos de las ventanillas de los bancos con señores con manguitos a los cajeros automáticos abiertos 24h, de distribuir un catálogo en papel a colgarlo en la web corporativa, de tener los libros de contabilidad a gestionar las finanzas con un ERP. Poco a poco todas las empresas se fueron adaptando e invirtiendo en tecnología para no quedarse atrás. Hoy en día todas las empresas están informatizadas, en mayor o menor grado, y con presencia en las redes, sea con una web o con un simple perfil en Google.
Y cuando todo parecía tranquilo, llegan unos visionarios anunciando la cuarta revolución, la industria 4.0. Este término hace referencia a la digitalización de los procesos industriales para hacerlos más adaptativos y flexibles. No hablamos de automatización sino de digitalización. La Transformación Digital no es solo un cambio tecnológico sino también un cambio en los modelos de negocio, en toda la cadena de valor de una empresa. La tecnología no es el cambio en sí mismo, pero sí que es indispensable para que este pueda llevarse a cabo. El llamado Internet de las cosas (IOT), el Big Data, la nube o la ciberseguridad son las tendencias que en estos momentos están encima de la mesa de cualquier empresa de nuestro país.
Sin embargo, los cambios necesarios para afrontar la nueva revolución los están haciendo las grandes empresas. Amazon, HP, Zara, Procter&Gamble, por poner algunos ejemplos, están avanzando e invirtiendo en esta línea estratégica, y esto hará que su cuenta de explotación arroje cada vez mejores resultados. Más clientes, más ventas, menos costes. Todo ello en contraposición a las medianas y pequeñas empresas que no se atreven a dar el paso de cambiar su modelo de negocio. Saben que deben digitalizarse, que deben aprovechar las ventajas competitivas de la tecnología, pero pocas inician el proceso de cambio debido a las dudas que tienen sobre los beneficios y el retorno de la inversión.
Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de adaptar la cadena de valor o cambiar el modelo de negocio? Voy a poner un ejemplo que Carles Solé expuso en un seminario de IOT al que asistí hace unos meses: Quality Expresso es una empresa de Barcelona, cuyo negocio es el diseño, fabricación y comercialización de cafeteras para el sector de la restauración. Sus cafeteras son inteligentes y conectadas. Es decir, envían datos relativos a su funcionamiento a tiempo real con una tarjeta SIM 3G que llevan en su interior. Esto hace que el servicio de mantenimiento de la máquina pueda ser predictivo y, obviamente, dar un mejor servicio al cliente. Pero estos datos también pueden usarse para generar más negocio. Por ejemplo, le pueden interesar al distribuidor de café que ha firmado un contrato en exclusiva con el bar o restaurante. Si podemos saber en tiempo real el número de cafés que la máquina hace, se pueden realizar envíos de café para provisionar al cliente antes de que se quede sin materia prima. Pero también podemos saber si, a partir del consumo mensual, el cliente nos está siendo infiel y compra café a otro proveedor. Si la máquina hace más cafés que los posibles con el suministro que le hemos enviado, podemos deducir que posiblemente utiliza café de la competencia que es más barato que el nuestro. A partir de esta información podemos establecer correcciones en la relación con el cliente o incluso de nuestra política de precios.
Para cambiar el modelo de negocio del suministro del café necesitamos que el fabricante construya las máquinas conectadas, tener un sistema de análisis de los datos que nos envían las 500, 1.000 o 10.000 máquinas que tenemos repartidas por nuestros clientes, cambiar la logística de preparación de pedidos y de entrega, elaborar informes y cuadros de mando que nos alerten de las desviaciones, etc… Está claro que, a partir de todo esto podremos mejorar nuestro negocio, nuestra facturación crecerá y los costes disminuirán, por lo que parece que todas las empresas de café deberían hacer este cambio. Pero ¿Por qué no todas lo hacen? Pues porque es un cambio complejo del negocio, de las operaciones, de los procesos, del departamento de IT, incluso de los trabajadores y sus tareas. Como decíamos antes, es un cambio de toda la cadena de valor, y no todas las pymes están preparadas o se atreven a dar este paso.
Otro ejemplo son las zapatillas deportivas totalmente personalizables por parte del comprador. Empezaron unas pocas marcas como Nike, y ahora la gran mayoría ya ofrecen este servicio. Entras en la web de tu marca preferida y te diseñas tus propias zapatillas (colores, textos, logotipos). Su cadena de producción tiene la flexibilidad de adaptarse a estos requerimientos. ¡¡Al gusto de un solo consumidor!!. ¿Qué diría Henry Ford, cuando aseguraba, en plena segunda revolución industrial, que sus clientes podían tener su coche del color que quisieran siempre y cuando fuera negro? Hoy en día seguramente sería uno de los grandes defensores de la Industria 4.0. Los grandes hombres de negocio siempre se han caracterizado por una amplia visión y capacidad de emprender en medio de los cambios. Henry Ford necesitó 3 proyectos empresariales para sacar al mercado su Ford T en 1908.
Mejoras en el control de calidad, conocimiento del proceso de fabricación, mantenimiento predictivo, conocimiento del cliente, trazabilidad de todo el ciclo de venta, son oportunidades de innovación para cualquier empresa que quiera iniciar el cambio. Un cambio transversal que está afectando a todos los sectores y que, como cualquier evolución, tendrá seguidores que lo aprovecharán para crecer y generar más beneficio y detractores, que se quedarán atrás, anclados en su zona de confort y viendo como el resultado de su cuenta de explotación va empeorando año tras año.
Y no solo las empresas deben evolucionar. El mercado laboral también cambiará. Aparecerán nuevas profesiones que aún no conocemos y otras se revalorizarán, como los analistas de datos. Ya sucede que empresas de publicidad y marketing están contratando equipos de matemáticos para poder analizar la gran cantidad de datos que generan las redes sociales. Es necesario generar algoritmos que extraigan información relevante de la ingente cantidad de datos que genera Internet. Y no olvidemos el aprendizaje automático (Machine Learning), en donde sofisticados algoritmos informáticos permiten a los ordenadores aprender por si solos a realizar tareas de forma rápida y eficiente en campos como la diagnosis médica, el reconocimiento del habla o del lenguaje escrito, la clasificación de secuencias de ADN o la detección del fraude de tarjetas de crédito. Todo un nuevo abanico de profesiones a los que también la educación se tendrá que adaptar.
La cuarta revolución industrial generará un nuevo mundo donde el status quo no va a poder mantenerse. La selección natural fue expuesta por Darwin en 1859. En el siglo XXI, las empresas que evolucionen y se adapten al nuevo entorno tendrán posibilidades de sobrevivir. El resto, tarde o temprano acabaran extinguiéndose.
Fuentes para ampliar la información:
http://www.bbc.com/mundo/noticias-37631834
https://es.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_Industrial#Consecuencias
https://elpais.com/elpais/2014/10/17/media/1413577081_550723.html
http://www.economia.ws/tercera-revolucion-industrial.php
Fotografías:
Looms Chilanga Cement
European Southern Observatory